Con el Renacimiento, en los siglos XV y XVI, se produce un resurgimiento de las artes y del recuerdo de la cultura griega y romana. Las ciencias y la contemplación de la naturaleza cobran gran importancia y Florencia es la cuna de este movimiento que se extiende por toda Europa. Son siglos de apertura de nuevas rutas marítimas, aparecen nuevos ingredientes como el jengibre, pimientas, alcanfor o madera de aloe y la imprenta permite difundir mejor las fórmulas de los compuestos olfativos. Venecia cuenta con grandes perfumistas y marca la moda de la época. Se impone el gusto italiano que perfuma la ropa y artículos de marroquinería como guantes o cinturones con el fin de enmascarar el intenso olor a piel. La peste marca la importancia de la higiene de la ropa y el perfume es su complemento. Rabelais refleja las aspiraciones de belleza y sensualidad exaltadas por los humanistas.
Los perfumes a base de mirra, rosa, lirio, se convierten en verdaderas armas de seducción. Se perfeccionan técnicas como el enflorado o el alambique –ahora de vidrio–, se conocen mejor las cualidades de los componentes y el perfumista es cada vez un profesional más cualificado. En pleno Renacimiento, llegados de España y, sobre todo de Italia con los Médici, los perfumistas extranjeros se instalan en París y los guantes perfumados invaden Francia y otros países. Estos guantes fueron objeto de deseo y símbolo distintivo de la época, aunque otro uso muy distinto era el de envenenar a enemigos. En 1533 Catalina de Médici se casa con el Duque de Orleans y con ella viaja un perfumista florentino que abre tienda en París.
EL BARROCO
Con el Barroco, en los siglos XVII y XVIII la perfumería triunfa en Versalles y las cortes de Francia, expandiéndose por Europa. En la época dorada de la corte de Luis XV, bautizada como «la corte perfumada», el uso de un perfume por día se pone de moda, los criados bañan en perfumes a las palomas y las liberan durante las fiestas para que esparcir los aromas a modo de ambientador. Emerge la profesión de perfumista y la industria de la perfumería de lujo en Grasse gracias en gran medida a los curtidores de piel, así como sus revolucionarios sistemas de extracción de aromas. Los guanteros y perfumistas son ya profesiones reguladas.
Es también la época de florecimiento de los botanistas y de las ciencias naturales y aparecen las primeras clasificaciones de olores en base a sus propiedades. Todo esto se acompaña de avances como la mejora del grado de pureza del alcohol, que propicia perfumes más delicados. Montpellier y Grasse compiten por el cultivo de las hierbas medicinales y de flores como el clavel, violeta, lavanda, jazmín, rosa o tuberosa y mejoran las técnicas de extracción y de destilación. Los comerciantes de Oriente aprovechan las propiedades protectoras de las hojas secas del patchouli para envolver las delicadas telas de seda, que quedan impregnadas con su olor, convirtiéndolas en sinónimo de calidad. Jean-Marie Farina En 1709, Jean-Marie Farina crea un perfume al que llama Eau de Cologne (Agua de Colonia) en honor a la ciudad alemana en la que vivía. Se cuenta que se inspiró en el Aqua Mirabilis, una solución alcohólica perfumada con esencias de plantas, producida en la Edad Media en monasterios italianos. Seducido por esta solución fresca y ligera, Farina realizó algunos cambios en la fórmula original introduciendo la bergamota. Seguro del éxito de esta fragancia, decidió crear una fábrica en Colonia para fabricar y comercializar el Aqua Mirabilis di Colonia. Unos meses antes de la venta de su primera agua, Jean-Marie Farina le escribió una carta a su hermano donde describía su nueva creación: “Mi perfume recuerda a una hermosa mañana de primavera después de la lluvia. Está hecho de naranjas, limones, bergamotas, flores y frutas de mi país natal. Me refresca mientras estimula mis sentidos y mi imaginación”. Se convierte en la fragancia preferida del emperador y de muchos nobles y casas reales de todo el mundo. Su éxito la lleva a ser muy copiada, convirtiéndose en un término genérico, las “Aguas de Colonia”, el arquetipo de un nuevo gusto de notas frescas y cítricas. Posteriormente, la familia Mülhens comercializaría un perfume con el nombre de Farina, pero tras una sentencia que le impedía usarlo, se decantó por usar el antiguo número de su casa, 4711, que actualmente es la marca más antigua que todavía se comercializa. A finales del XVIII, con la Revolución Francesa, el perfume huele a aristocracia, se impone una cierta austeridad, y es necesario que Napoleón recupere el mercado. Hasta este momento, los perfumes están compuestos únicamente por ingredientes de origen natural hasta que la alquimia hace posible la química de síntesis, creando moléculas que reproducen y recrean olores, provocando una revolución olfativa que permite la creación de nuevas fragancias.
En el año 1882, el perfumista Paul Parquet crea la fragancia “Fougère Royale” de la casa Houbigant. Marcó una nueva tendencia en perfumería de la cual surgió esta nueva familia icónica de perfumes de fantasía, la familia “Fougère”. Es el primer perfume en introducir en su composición una molécula de síntesis: la cumarina (molécula identificada por primera vez en las Habas Tonka en 1820 y en el aceite esencial de Lavanda). Parquet nunca quiso recrear el olor real del helecho, pues curiosamente es una planta que carece de olor. Su objetivo es crear un concepto propio que describe de la siguiente forma: «Si Dios le hubiera dado al helecho un perfume, habría olido como Fougère Royal». Es a finales del siglo XIX cuando se comienzan a usar los nitroalmizcles, descubiertos de forma accidental por el químico alemán Albert Baur al sintetizar 3-tert-butyltoluene con la esperanza de que fuera un explosivo aún mejor que TNT. Denominado posteriormente “Musk Baur” fue el primero de una serie de musk sintéticos. Precisamente en 1894, Baur decide ir más allá y descubre el Musk Ketone o “almizcle de cetona”, considerado el olor más parecido al del almizcle natural.
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